domingo, 1 de junio de 2008

Una metáfora de la soledad: “Almas Gemelas”


(Por Susana Spano) Eduardo Rovner es un prolífico y destacado autor teatral argentino que cuenta en su haber con más de treinta y cinco piezas teatrales que han sido representadas en nuestro país y el extranjero. El Teatro Talía subió a escena en septiembre Almas Gemelas, obra inédita, con gran éxito y el domingo 23 de diciembre la vuelve a presentar en el Centro Cultural Teatro Int. Julio C. Gioscio de Mercedes, a partir de las 21 horas.

La pieza plantea el tema de las relaciones humanas enfrentándonos con un interrogante ¿La costumbre reemplaza al fuego del amor o termina por agotarlo y convertirlo en una rutina sin sentido? Los personajes serán los encargados de ir desovillando el hilo sutil de esta cuestión. La escena se abre mostrando a la típica señora de su casa (Estela Siri) que teje para afuera. Su máquina de tejer se ha descompuesto y un técnico (Ricardo Márquez), apocado y tímido, está dando los últimos retoques a la reparación. De manera natural surge el diálogo entre ellos, el joven reconoce que es hábil para efectuar su trabajo pero incapaz de establecer relaciones afectivas. La mujer lo anima diciéndole que es simpático y, sin transición, se establece entre ambos una corriente de simpatía que va mucho más allá de un diálogo intrascendente. La mujer, por primera vez en mucho tiempo, parece despertar del letargo en el que la ha precipitado la costumbre. El joven, por su parte, sale de la casa como deslumbrado.

Poco después llega el marido (Guillermo Traverso). Su actitud es rara, esquiva y temerosa. Confiesa a su esposa que le sucedió algo inusual: conoció una joven (Jimena Ordoñez) en la plaza y entabló con ella una conversación íntima que llegó a instancias inesperadas. La esposa, alarmada, trata de minimizar los hechos, entendiendo que ha sido una aventura pasajera; pero su idea choca con la dura realidad cuando el hombre le confiesa que se enamoró de la muchacha y la ha traído con él para que vivan los tres juntos. La mujer, atónita, ve entrar a la joven. A partir de este momento se sucederán diálogos y situaciones desopilantes que sorprenden y causan hilaridad en la platea.
Sin embargo, más allá de la carcajada que arranca el grotesco que Rovner muestra; la simetría de las situaciones (insinuada en la esposa y el mecánico; definida en toda su crudeza entre el marido y la joven) evidencian la intención de mostrar el agobio de los personajes, incapaces de sacudirse la rutina, aplastados por una sucesión de hechos y gestos que —igual que la esposa cuando teje sus pullovers – los han apresado en una red que ahoga, aplastando todo intento de salir del círculo vicioso de las frustraciones y silencios con los que fueron ahogando sus vidas. Sepultados por las obligaciones, que cumplen como robots en un mundo que otros han pensado por ellos, no pueden cambiar ni siquiera con un gesto la realidad, hasta llegar a desconocer a quién tienen enfrente.

El matrimonio, a través de los jóvenes que irrumpen de manera inesperada en sus vidas, es sacudido por el cortocircuito de lo nuevo, lo prohibido y por una vez, al menos, intentará saber qué se siente. En definitiva, lo que se busca, con la ayuda del otro, es no estar solo porque la soledad aplasta, destruye, aniquila…

Después del conflicto renace la calma.

Rovner reúne a sus criaturas frente a un acto que celebra la vida. Mientras las luces bajan, entendemos su mensaje: a pesar de todo y contra todo, en algún lugar, donde sea, y de la manera más insólita, un alma semejante, o gemela, puede aparecer cuando menos lo esperamos, solo es cuestión de atreverse.

Roberto Altieri supo encontrar los matices adecuados para que los personajes respondieran a un texto de tal envergadura. Su puesta trabajó la psicología de los personajes y nos transmitió cuatro tipos que supieron jugar con los matices que la obra requiere.

Estela Siri compuso un personaje a la altura de sus condiciones escénicas que permanece en escena a lo largo de toda la obra y debe atravesar por distintas situaciones: ternura, exasperación, furia, grotesco, humor… Transmitió cada uno de los matices y compuso un personaje memorable.

A su lado Guillermo Traverso, le dio solidez al personaje del marido, logrando momentos desopilantes y mostrando una vena cómica que desconocíamos.

Acompañaron a estos dos excelentes actores los debutantes, Ricardo Márquez que compuso al tímido mecánico con solvencia y Jimena Ordoñez que dotó a la jovencita de la discordia de matices sumamente expresivos, mostrando una soltura poco usual en una debutante.

El 23 de diciembre, en un cierre exitoso, la obra subirá al escenario mayor de la ciudad de Mercedes, el Teatro Julio César Giosio. Un digno broche para este grupo que tantas satisfacciones le ha dado al teatro local y que usted no puede dejar de ver.

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